…Siento llegar tu soplo,
amor, por los álamos,
y la fe se me abre
como un abanico blanco.
¡Qué serena la tarde!
¡Qué inmóvil el tiempo,
y la esperanza qué inmóvil
por el campo!
Todo se vuelve suave,
todo se toma grato
con la suave caricia
de tu soplo blando.
Se me abre la fe, se me abre
como un abanico blanco,
al oír tus huellas rodar.
¡Quisiera dar aire al mundo
por lo mucho que te quiero tanto!...
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